Cómo funcionan realmente las emociones

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Las emociones juegan un papel fundamental en nuestra vida. Tomamos infinidad de decisiones guiados por lo que sentimos en el momento, y tras décadas de investigación poco sacamos en claro sobre qué se produce en nuestro organismo durante estas sensaciones.

Sin embargo no andamos tan a ciegas en este asunto, pues existen varias teorías que ofrecen distintos argumentos sobre el funcionamiento de las emociones. Una de las que más me llamó la atención, es la Teoría afectiva primordial, que gira en torno a ‘siente antes de saber’. De esta forma, afirma que poseemos dos vías neuronales: una afectiva (emociones) y otra cognitiva (pensamientos), ambas independientes.

Emotivos por naturaleza

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Uno de los argumentos que apoyan esta teoría es nuestra capacidad innata de supervivencia que responde rápidamente a estímulos incentivados por emociones. De forma instintiva, reaccionaríamos sacudiendo el pie al notar una serpiente, hecho que muestra como la vía afectiva trabaja más rápido que la cognitiva. Lo que en el viejo oeste llamarían ‘dispara primero, pregunta después’.

Pero que pensaríais si ahora, os dijese que ocurre totalmente lo contario, es decir, ¿qué nuestras emociones aparecen tras un acto impulsado por un pensamiento?

¿Sonreímos porque somos felices o somos felices al sonreir?

Podemos realizar un sencillo experimento en casa para comprobar esta teoría, en el que solo necesitaremos un espejo y un boli. Cogemos el boli y lo aguantamos con la boca como se muestra en la imagen inferior. Esto nos forzará a sonreír, y por regla general, este gesto nos hará sentirnos un poco más felices.

Por el contrario, si aguantamos un boli como en la figura con el labio y la nariz, puede que nos haga sentir más tristes o incluso enfadarnos. Por último, probad a levantad las cejas, ¿no os sentís más alerta?

Este fenómeno se conoce como Teoría de la emoción de James-Lange, que sugiere que nuestros cuerpos (controlados por el área emocional del cerebro conocida como sistema límbico) dirigen nuestras emociones.

Desde esta perspectiva, nuestros pensamientos y actitudes no son eco de nuestras emociones, sino que dependen absolutamente de ellas. Y los sentimientos ‘viven’ en nuestro cuerpo, no en la mente.

En nosotros está aprovechar este conocimiento por ejemplo, para sentir una pequeña dosis de felicidad al sonreir, enfadarnos cuándo lo necesitamos (y por el contrario cuándo no), pensar con claridad y aumentar nuestra percepción si la situación lo requiere. En otras palabras, si necesitas estar en otra parte, deja a tu cuerpo y emociones hablar por ti.

Fuente | NCBI

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