Hoy, en nuestra sección de mujeres científicas, vamos a hablar de una mujer cuyo nombre deberíamos esgrimir siempre que alguien diga eso de que las mujeres no saben usar los ordenadores.  Se trata de Ada Lovelace, la hija del escritor Lord Byron, aunque a lo largo de su vida reunió suficientes méritos como para ser recordada por algo más que eso.

Un poco de su biografía

Augusta Ada Byron, nació en Londres, en diciembre de 1815. Sus padres se separaron poco después de su nacimiento; por lo que, a medida que Ada creció, su madre hizo todo lo posible por despertar en ella interés hacia la ciencia y las matemáticas,  para que así se alejase de todo lo relacionado con Lord Byron.  Aunque no consiguió alejarla totalmente del gusto por las letras, Ada desarrolló un enorme talento matemático, que la llevó a mantener una gran amistad con el matemático inglés Charles Babbage, junto al que consiguió los grandes hallazgos de su carrera. Vvió como le correspondía a una mujer de su época, casándose con el barón de King, con quien tendría tres hijo, aunque no por eso dejó nunca de lado su gran afición. Murió en 1852, a los treinta y seis años de edad, dejando tras de sí un gran legado que sentaría las bases de la programación informática.

Aportación a la ciencia

Entre 1842 y 1843, se le encargó traducir al inglés un artículo transcrito a partir de una charla de Babbage en Turín.  A la traducción, Ada añadió una serie de notas de su propia cosecha, que finalmente finalizaron siendo más amplias que el propio escrito del que partió. Estas notas, que  fueron publicadas bajo sus iniciales, contenían el que se considera el primer algoritmo matemático específicamente diseñado para ser ejecutado por un ordenador.  Por esta razón, hoy en día está considerada la primera programadora informática de la historia. Además, sugirió el uso de tarjetas perforadas como método para introducir información en la máquina analítica.

Eso es todo respecto a nuestra mujer científica de hoy. En un principio el único trabajo que se le reconoció a Ada fue el de transcribir las notas de Babbage, probablemente por su condición de mujer. Sin embargo, hoy en día es un personaje muy valorado en el mundo de la informática. Así que, ya sabéis, si alguna vez alguien os dice que las mujeres no sabemos utilizar ordenadores, recordadles que si ellos pueden utilizarlos, en cierto modo, es gracias a una de nosotras.

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