¿Somos más inteligentes dependiendo de la situación?

Seguro que os habéis encontrado alguna vez delante de alguna situación, o al lado de determinadas compañías, donde os habéis sentido más ingeniosos o inteligentes de lo normal. O al contrario, después de haber vivido alguna situación o de que os hayan dicho algo malo, os habéis sentido menos inteligentes. ¿Es esto normal o es cosa vuestra? Pues si, es totalmente normal, y diferentes estudios lo han confirmado.

Según estas investigaciones, lo que realmente sucede es que cuando nos sentimos cómodos con la persona o personas con las que hablamos, somos juzgados como más inteligentes e ingeniosos. Somos seres sociales, y por tanto nos sentimos mejor si los otros nos acepten como somos, consiguiendo así que liberemos todo nuestro potencial. Por todo esto, el psicólogo Joshua Aronson comenta lo siguiente:

“La inteligencia no debe pensarse como un trozo de algo que está en nuestras cabezas, sino como una transacción entre personas”

Y la verdad es que el señor Aronson habla con conocimiento de causa, ya que es profesor asociado en la Universidad de Nueva York y líder en las investigaciones de los efectos que tienen las fuerzas sociales en el rendimiento académico. Tanto él como el psicólogo Claude Steele identificaron el denominado “fenómeno de amenaza del estereotipo”, que consiste  en que determinados individuos se consideran académicamente inferiores si les hacemos pensar previamente en su situación “inferior” por raza o sexo, según los estereotipos preexistentes, o si simplemente no se sienten cómodos en un ambiente determinado.

Se percataron de esto en unos experimentos realizados en la década de 1990, donde los estudiantes afroamericanos y latinos y las estudiantes femeninas puntuaban más bajo en pruebas de matemáticas o ciencia cuando se les recordaba su raza o sexo y se les asociaba así el estereotipo de que eran “peores” que los demás. Recordar estos datos producía, posteriormente, peores resultados en algunas pruebas o test académicos.

Se llegó a la conclusión de que lo que sucedía era que los estudiantes estaban preocupados por confirmar los estereotipos negativos acerca de su grupo.

Por ejemplo, en un artículo publicado en el Journal of Personality and Social Psychology, los mencionados profesores Steele y Aronson encontraron que los estudiantes negros eran tan buenos académicamente como los estudiantes blancos cuando se les decía que la prueba a realizar era “un test de laboratorio de resolución de problemas”, pero, sin embargo, estos estudiantes negros tenían peores resultados cuando se les decía que la prueba estaba destinada a medir su capacidad intelectual. El estereotipo de raza provocaba que se reprimieran y obtuvieran peores resultados.

Pero esto no pasa solo entre minorías por raza. Este mismo año, en el Journal of Learning and Individual Difference, se publicó un estudio donde se realizaba una prueba de habilidades espaciales a unos estudiantes de secundaria, después de haberles dicho previamente que los hombres tienen mejores habilidades espaciales por razones de diferencias genéticas entre hombres y mujeres. Las chicas se pusieron nerviosas por si se confirmaba este estereotipo, y los chicos estaban ansiosos por confirmarlo de verdad.

Por otra parte esta el estudio del psicólogo Roy F. Baumeister, de la Universidad Estatal de Florida, realizado en 2002, donde se realizó un test de inteligencia y personalidad a un grupo de individuos. Después, se seleccionaron algunos de ellos al azar para informarles (con datos falsos) eran la clase de personas que acaban solos durante toda la vida.

Posteriormente, los que habían sido informados falsamente con estos datos, respondían con peores resultados a pruebas académicas. De esto se dedujo que la exclusión social hace disminuir la expresión de la inteligencia, porque provoca una amenaza a la seguridad física.

En conclusión, cuando nos alteran de alguna forma nuestra percepción de la realidad, ya sea recordándonos estereotipos de raza, de sexo, o de condición social, a veces acabamos por reducir la expresión de nuestra inteligencia real, solo por el miedo de confirmar este estereotipo. Lo ideal sería trabajar con estos datos, como dice el profesor Aronson, y poder potencial la brillantez gracias a lo que ya sabemos al respecto, en lugar de provocar una “estupidez condicional” como sucede con estos estereotipos.

Vía: New York Times.

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