“Tierra, trágame…” ¿Sentimos todos vergüenza ajena?

La vergüenza es considerada una emoción social (como la culpa o el orgullo) que aparece cuando las normas sociales y la imagen pública se ven amenazadas. Las acciones que causan vergüenza pueden ser intencionales o, de forma más frecuente, no intencionales. Y la podemos sufrir por algo que nos pasa a nosotros mismos o por algo que le pasa a otro individuo. Este segundo caso constituye la vergüenza ajena.

Recientemente unos amigos y una servidora nos encontrábamos discutiendo sobre los entresijos de esta abrumadora forma de sentir vergüenza. ¿Tiene un origen cultural? En algún momento de mi vida, no recuerdo ni dónde ni cuándo, escuché que esta forma de vergüenza se da de forma muy específica en las culturas latinas. ¿Es eso cierto? ¿De qué depende la vergüenza ajena? ¿Cómo podemos definirla? Hoy me propongo avanzar en este tema, aunque bien es cierto que en cuestiones de emociones nada es absoluto. Por lo pronto, si bien es cierto que en diversas investigaciones empíricas se destaca el factor cultural en el nacimiento de la vergüenza ajena, parece ser que podría estar aún más relacionada con nuestra capacidad para ser empáticos.

El factor cultural

En una obra de 1996 titulada The Emotions: Social, Cultural and Biological Dimensions, Rom Harre y W Gerrod Parrott aseguraban que “la vergüenza se expresa corporalmente y se engendra socialmente. La experiencia de la vergüenza, así como cada emoción, tiene sus peculiaridades entre situaciones, individuos y culturas”. Por lo tanto, el fenómeno de la vergüenza existe en todas las culturas pero ésta se expresa de diferentes maneras y con algunas variaciones, por diferentes razones, en diferentes intensidades y con diferentes formas de expresarla. En ese libro indicaban el caso especial de la “vergüenza ajena” en España y en las personas hispanohablantes.

Entre los españoles, como ocurre en muchos otros países latinos (Portugal, Italia o América Latina), el honor y el orgullo puede ser considerado como “pasiones nacionales” (reconocimiento social, la familia, el respeto por las tradiciones, etc.), a diferencia de lo que ocurre en otras regiones no latinas, como por ejemplo Holanda, donde son más importantes los valores relacionados con la individualidad (libertad, responsabilidad, autodisciplina, etc.). Estas diferencias en la percepción de la identidad de uno mismo pueden traducirse en diferencias en la percepción de las emociones de vergüenza.

En conclusión, parece ser que la vergüenza es más valorada y considerada en las culturas colectivistas como las latinas, porque implica considerar el yo en relación a los otros. En cambio, en las culturas individualistas se valora la vergüenza como dañina, al afectar a la autoestima individual.

Vergüenza ajena y empatía

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En el servicio de información y noticias científicas SINC, Núria Jar hablaba recientemente de la vergüenza ajena y de la empatía. En su artículo indica que, según una información realizada por el doctor alemán Frieder Miguel Paulus, publicada hace 1 año en la revista Plos One, cuando nos encontramos ante alguien que pone en peligro su dignidad, activamos las mismas estructuras corticales que cuando sentimos compasión por el dolor del prójimo. El estudio se realizó en 619 alemanes con una edad media de 24 años, que respondieron a un cuestionario sobre la intensidad de sus sentimientos en situaciones embarazosas.

Como cuenta Jar, ¿por qué sentimos vergüenza ante una situación embarazosa de la que ni siquiera somos protagonistas? Cuando se producen estos sentimientos, en realidad se genera un estado de empatía por alguien que está poniendo en riesgo su integridad al violar las normas sociales. Es lo que el investigador definiría como vergüenza empática. De hecho, el estudio mostró que, al percibir cómo otros destrozan “sin pudor” las normas sociales, el cerebro pone en marcha las mismas regiones que en momentos empáticos como, por ejemplo, la corteza insular y el córtex del cíngulo anterior, dos estructuras relacionadas con las emociones viscerales y la sensación de alerta. Por lo tanto, la respuesta afectiva que tienen las personas hacia los demás depende de la propia habilidad de empatizar con los pensamientos y las intenciones ajenas.

Según la investigación recogida por Jar, las personas sentimos más vergüenza ajena cuando sabemos que el observado es consciente de que está teniendo un comportamiento ridículo, que cuando el observado es un feliz ignorante de la metedura de pata (tener algo entre los dientes, por ejemplo.

Pero esto es muy relativo. Si sentimos más vergüenza cuando el observado es conocedor de la posibilidad de estar haciendo el ridículo, ¿quién nos asegura que realmente lo que a nosotros nos está haciendo sentir vergüenza también produciría vergüenza al otro? Es por eso que el estudio hace otra afirmación importante: parece ser que la vergüenza ajena depende directamente de la perspectiva del observador.

Voy a tratar de poner un ejemplo de ello. Pilar Jericó, Doctora en Organización de Empresas y Licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Autónoma de Madrid y que se ha especializado en la gestión del miedo y del talento, contaba en una entrevista algo muy curioso. Imaginen la siguiente escena: en un escenario con centenares de espectadores enfrente, varios individuos chinos se ponen a cantar y bailar de una forma que a ojos de muchos podría parecer ridícula. Pilar Jericó y el que la acompaña se sientan a última fila (para poder controlar todo lo que ocurre por delante de ellos) y viven un momento de “tierra trágame”. Resultado final: la vergüenza ajena no les permite disfrutar de un momento de goce y de placer que otros están experimentando sin trabas ni límites. Y todo porque no pueden dejar de imaginar lo que pensarían los demás sobre ellos y que serán motivo de burla. Ellos, por otro lado, se lo están pasando en grande.

Vergüenza en la televisión

¿Cuántas veces, mirando un programa de televisión, nos hemos sentido abrumados por la necesidad de cambiar rápidamente de canal porque la humillación que experimenta el personaje principal es tan dolorosa que duele mirar? Millones de personas en todo el mundo de personas se reúnen en grupos para ver programas de televisión como “Pop Idol” (Reino Unido), “Next Top Model de Estados Unidos” (Estados Unidos), “Deutschland sucht den Superstar” (Alemania), “Nouvelle Star” (Francia) o “Super Girl” (China), así como disfrutan colectivamente de los apuros de los invitados a través de la vergüenza ajena. A algunos nos gustan estos apuros, y a otros no. Y como se ha ido indicando, parece que todo dependería de la capacidad de sentir empatía y, por qué no, de algunos elementos culturales.

Fuente 1 | AGENCIA SINC

Fuente 2 | ABC News

Imagen 1 | LaPascuaTuya.com

Imagen 2 | Jon Iraundegi

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