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La respuesta rápida para la pregunta que os planteo hoy es fácil: NO. Nos hemos acostumbrado a pensar, equivocadamente, que toda grasa es mala y que hay que eliminarlas de nuestra dieta para poder llegar a un peso saludable o simplemente porque creemos que así comeremos bien. La cuestión no es solo que no todas las grasas son malas, sino que muchas veces consumimos alimentos que contienen grasas (buenas o malas) y ni siquiera nos percatamos, sin olvidarnos que existen diferentes tipos de grasas. Pasemos a hablar de algunos ejemplos:

Grasas Saturadas

Estas serían las que llamaríamos “grasas malas”, ya que su cantidad en la dieta debe ser baja, y sin embargo en la mayoría de la población es más elevada que la “grasa buena” (grasas insaturadas), o incluso que el porcentaje de grasa normal que debemos consumir conforme a nuestra dieta ideal. Sin ir más lejos, los últimos datos afirman que se consume un 20% más de las grasas saturadas recomendadas, una barbaridad.

Como alimentos que contienen grasas saturadas, nos encontramos con la mantequilla, la manteca, el chocolate, la bollería, o los productos cárnicos procesados como las hamburguesas, salchichas, chorizos, etcétera. Según la recomendación actual, un hombre promedio debería consumir un máximo de 30 g de grasas saturadas diarias (20 g en las mujeres). Es decir, se catalogan como “grasas malas”, pero su consumo es necesario, aunque en pequeños porcentajes. Cuidado con este concepto, pues es fácil de confundir.

Sin embargo, si su consumo es excesivo, nuestro colesterol LDL (“colesterol malo”) aumenta en sangre, dando lugar a un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular. Por ello hay que tener tanto cuidado.

Grasas insaturadas

Estas serían las grasas que conocemos como “grasas buenas”, pues su consumo ayuda a bajar el colesterol sanguíneo (en lugar de subirlo, como el caso anterior), y a incrementar el colesterol HDL (conocido como “colesterol bueno”). En su caso se dividen en grasas monosaturadas y las polinsaturadas, que se pueden encontrar en diversos alimentos: pescado azul (salmón, sardina), frutos secos, frutas, verduras… Como ejemplo a destacar, los ácidos grasos omega-3 son el gran ejemplo de grasa poliinsaturada. Sus funciones son enarboladas a diestro y siniestro por las grandes marcas, pero algunas de las que destacan son su poder para prevenir las trombosis vasculares (coágulos sanguíneos), y su ayuda a mantener un ritmo cardíaco adecuado.

Grasas trans

Como último tipo, tenemos las grasas trans, que se encuentran de manera natural en algunos alimentos como los lácteos, pero en cantidades bajas.

Sin embargo, el peligro viene cuando las encontramos de forma artificial, pues se pueden ver en alimentos como la bollería industrial, ya que durante su proceso de fabricación se producen reacciones químicas como la hidrogenación. Por ello, en las comidas procesadas como galletas, pasteles, croissants, etcétera, veremos elevadas y peligrosas cantidades de grasas trans.

Como podréis imaginar, este tipo de grasas también aumenta el colesterol LDL o colesterol malo en sangre, con todas las consecuencias que esto conlleva. Hoy en día, poco a poco, las grandes marcas están eliminando las grasas trans de sus procesos de fabricación alimentaria, por lo que siguen preocupando sobre todo las grasas saturadas.

Así pues, como conclusión, podemos ver que la grasa no siempre sobra en una dieta. Si es cierto que consumimos más del tipo “malo”, pero las grasas son necesarias (siempre que controlemos el porcentaje adecuado, y el tipo de grasa adecuada).

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  • Balles

    Si son tan malas, por qué son tan deliciosas? Malditas papilas gustativas, nos han fallado.

  • Marta Escavy

    Me parece un poco alarmante el artículo en cuanto a las trans. Y justamente viniendo de vosotros está mal, porque ya bastante histeria tiene la gente de a pie (que no tiene ni idea pero lo dicen en la tele) como para que se les refuerce “científicamente”. Por supuesto no escribo yo los artículos xD pero mencionar que son equivalentes totalmente a las saturadas en cuanto a “peligro”, habría estado bien, o al menos no haber añadido la palabra “peligro”, que es muy alarmista.
    Espero que aceptéis mi crítica con tan buena fe como la escribo yo