¿Cuantos colores diferentes puede adquirir nuestra piel? (y II)

Seguimos con ese potencial arcoíris que es nuestro rostro, y que en muchísimas ocasiones denota que sufrimos alguna enfermedad o, simplemente, delata nuestras emociones.

Enrojecimiento facial (Flushing o Blushing):

Este color es el más conocidode todos, el rojo de la cara. 

El llamado Blushing es el que hace referencia al color rojo que adquirimos cuando tenemos alguna emoción fuerte (vergüenza, ira…). Se suele dar en la gente de piel clara y de forma repentina, acompañado de sensación de calor e incluso de hormigueo o mareo.

Por otro lado, el Flushing es la variedad que se da durante las enfermedades cutáneas o sistémicas, como reacciones alérgicas, dermatitis, rosácea, psoriasis, reacciones a fármacos, hipertiroidismo, síndrome carcinoide, etc.

Ambas variedades se presentan a consecuencia de una vasodilatación temporal de los vasos sanguíneos de la cara, donde se dará un aumento fugar del volumen de sangre circulante y una mayor densidad de distribución de capilares sanguíneos superficiales. Esta vasodilatación corre a cargo del sistema nervioso vegetativo simpático, y suele ir acompañada de sudoración (de ahí viene el hecho de que, cuando nos ponemos nerviosos, se nos pone roja la cara y también sudamos).

Hematomas o moratones:

Los famosos “moratones” también conocidos como cardenales, son equimosis, es decir, lesiones que producen un sangrado interno. Pueden ser de tres tipos diferentes: subcutáneos (los más leves,

debajo de la piel), intramusculares (dentro de un musculo) o periósticos (se producen cuando la lesión afecta a un hueso).
La aparición de un hematoma sigue varios pasos, desde el golpe y el dolor, pasando por una
inflamación y posterior cambio de color (rosáceo, azulado, amarillo verdoso…) hasta volver a su color natural. Estos colores son consecuencia de la rotura de vasos sanguíneos y células que se encuentran en la zona del golpe. Contienen pigmentos que son liberados en el proceso, dando lugar a ese conjunto de colores.

Bronceado:

Para terminar, tenemos el color bronceado que adquirimos bajo la exposición solar, más concretamente bajo la acción de los rayos ultravioleta. Este color se debe a un pigmento que produce nuestro propio cuerpo de forma natural, la melanina, sintetizada a partir de la molécula tirosidasa.

Los rayos ultravioleta aumentan este proceso, produciéndose así más melanina y provocando que adquiramos más color. Es, en sí mismo, un mecanismo de defensa contra la radiación de nuestro propio cuerpo.

En verano muchísima gente se preocupa por adquirir cuanto más color mejor, pero debemos tener en cuenta que a más exposición solar, más posibilidades tenemos de sufrir un cáncer de piel, sobre todo si nuestra piel es muy blanca y sensible a la radiación. Siempre es recomendable ponerse crema protectora solar, pues no perdemos nada por protegernos, pero si podemos perder mucho si no lo hacemos.

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