El dolor crónico afecta a la percepción del futuro

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Mucha gente convive con dolor crónico. Un dolor que NUNCA desaparece, un dolor que lo tiñe todo de un color gris, como un velo que se antepone a la visión del mundo. Para esta gente la vida diaria es muy diferente y los objetivos vitales parecen alejarse.

¿Qué ocurre en estos casos?

Pocas veces nos paramos a pensar en los efectos del dolor sobre la personalidad de la gente. Sí, el dolor duele, pero, ¿qué más? son muchos los efectos del dolor que no pueden observarse con pruebas de laboratorio.

El dolor produce irritabilidad, cambios de humor, tristeza, abatimiento. El dolor cansa y mucho, produce fatiga y puede interferir con los patrones de sueño. El dolor puede quitar el hambre. El dolor decepciona. El dolor desespera. El dolor produce apatía (perdida de interés o ganas de hacer cosas) y anhedonia (perdida de la capacidad de disfrutar de las cosas o sentir placer). Y lo peor de todo es que las consecuencias del dolor nos limitan en la vida diaria. Mucha gente siente que no puede hacer las cosas que antes podía, y se sienten mal pues su limitación no es física, no es algo tangible: Tienen el tiempo y la capacidad para realizar la actividad, sin embargo el dolor se lo impide. Esto suele llevar a sentimientos de culpabilidad, “debería haber hecho esto”, “tengo que…”. Cualquier pequeña tarea puede parecer una montaña para alguien con un dolor intenso, aunque el dolor no esté asociado a la actividad en si.

Es decir hay todo un dolor “emocional”, asociado al dolor “físico” que muchas veces no tenemos en cuenta.

La lucha contra un dolor que no desaparece produce abatimiento y sentimientos de inutilidad.

Si pensamos en como nos sentimos nosotros cuando nos duele una muela o la cabeza de manera intensa y como eso se apodera de nuestro día, imaginémonos sentir un dolor así día tras día. Es comprensible que este dolor cambie por completo a una persona.

¿Cuáles son las consecuencias?

Las personas que sufren este tipo de dolor, a menudo pierden de vista su camino. Con esto me refiero a que todos tenemos unos objetivos, nos vemos casados, con hijos, con un trabajo, en una casa… Cada uno a su manera. Pero qué pasa si tus ideas están impregnadas de un dolor constante. La motivación desaparece, el dolor se apodera de las decisiones y muchas veces el pensar en un futuro se desvanece, porque sabemos que ese futuro estará lleno de dolor. Porque pensamos que el dolor nos impedirá cuidar de nuestros hijos, estar horas de pié trabajando, o tener la energía para realizar una mudanza o ponernos a buscar casa. Así pues los sueños y planes que llevábamos años tejiendo se ensombrecen.

Estas personas sienten que no pueden cumplir con las expectativas de los demás, que se han convertido en algo “inútil”, que no hay nada que puedan hacer para mejorar su situación.

Pero es que además los efectos del dolor lo alimentan también. Es un círculo vicioso. Por ejemplo muchas veces cuando tenemos dolor nos enfadamos y nos ponemos tensos, esa misma tensión muscular puede agravar ciertos tipos de dolores (musculares o de cabeza por ejemplo), también el estado emocional puede alterar la frecuencia y la presión sanguínea y esto puede influir en algunos dolores físicos. Además cuanto más intentamos evitar algo, más pensamos en ello y más presente se hace.

¿A qué tipo de dolor nos referimos?

El dolor crónico puede ser:

  • Maligno (compromete la esperanza de vida o está asociado a una enfermedad que la compromete). Por ejemplo en tumores y metástasis óseas. Dolores causados por cirugías o quimioterapias.
  • No maligno (no afecta a la esperanza de vida). Por ejemplo dolor reumatoide, neuropático (asociado a los nervios y con más síntomas como parestesias o hiperalgesia), vascular (patologías obstructivas), traumatológico (de origen mecánico). Hay un último caso conocido como “trastorno por dolor”, este es un trastorno psicológico, que se diagnostica cuando la causa del dolor físico no está clara o no ha sido posible localizarla. En este último tipo entra el dolor que se supone con origen o relación psicológica (es un trastorno somatomorfo).

Así pues podemos incluir como ejemplos de personas con dolor crónico las personas con fibromialgia, con cáncer óseo, artritis, bursitis, tendinitis y otros padecimientos inflamatorios, neuropatía postherpes zoster, parálisis de Bell, neuropatía diabética, síndrome de túnel carpo, secuelas posquirúrgicas con lesiones en nervios, etc.

Curiosamente hay un dolor crónico muy extraño llamado “El Síndrome del miembro fantasma”: la explicación más plausible hoy en día consiste en que el cerebro sigue teniendo un área dedicada al miembro amputado por lo que el paciente sigue sintiéndolo. Ante la ausencia de estímulos de entrada que corrijan el estado del miembro, el área genera por su cuenta las sensaciones que considera coherentes. Entre el 50 y 80% de las personas amputadas lo experimentan.

¿Cómo se puede ayudar a estas personas?

Hoy en día se barajan dos tipos de tratamiento:

La medicación: Analgésicos, antiinflamatorios y similares. Pasando por morfina y medicaciones muy fuertes cuando son necesarias. Este tipo de medicaciones interfieren de por si en la vida diaria, tienen efectos secundarios y suelen producir una tolerancia alta, es decir la dosis se debe ir aumentando pues el cuerpo se acostumbra a ella. Además en algunos tipos de dolor son poco efectivos.

Dentro de las terapias psicológicas se suelen recomendar estas terapias:

ACT- Terapia de aceptación y compromiso: Aceptar la situación desde una apertura a la experiencia, aceptando y tomando conciencia de las limitaciones, posibilitando un compromiso con la situación que pueda llevar a una mejora, a una “habituación psicofisiológica” al dolor haciéndolo más tolerable. Trabajando con la ansiedad, el miedo y la depresión. Desde la aceptación de la inevitabilidad del dolor, trabajando con él.

TCC- Terapia Cognitivo Conductual:

  • Biofeedback y relajación. Entrenamiento en detección, control y cambio de las sensaciones corporales a través de la retroalimentación mediante registros eléctricos de tensión muscular o similares y entrenamiento en relajación y respiración para mejorarlos.
  • Distracción cognitiva: aprender a desviar la atención del dolor y centrarla en otros estímulos con técnicas específicas.
  • Técnicas más cognitivas: reestructuración cognitiva, terapia racional emotiva… para enfrentarse a los pensamientos negativos y a los sentimientos. Nos permite ser más racionales.
  • Técnicas operantes: potenciar actividades que permiten recuperar al límite actual nuestras capacidades.

Hipnosis: Puede incidir directamente en los mecanismos psicológicos de percepción del dolor.

Técnicas de asertividad y entrenamiento en habilidades sociales: permiten enfrentarse a los cambios sociales de las nuevas limitaciones asociadas al dolor.

 

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