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Increíble, “¡qué calor hace!” “¡este verano sin duda, ha sido el más caluroso que hemos tenido!” Frases que suenan familiares, ¿no?

En algún momento habremos dicho estas frases, pensando inconscientemente que el tope de temperatura que se podía alcanzar era el de ese año, pero, lamentablemente las temperaturas van “in crescendo”.

Novedades desde Harvard

Ha sido publicado esta semana en la prestigiosa revista Nature: los veranos más cálidos en el hemisferio norte en los últimos 600 años se han dado en las últimas dos décadas.

A esta conclusión han llegado Martin Tingley y Meter Huybers, investigadores del Departamento de Ciencias de la Tierra y Planetaria de la Universidad de Harvard, usando un modelo estadístico de datos térmicos del Ártico, junto con registros instrumentales derivados de anillos de árboles, núcleos de hielo y sedimentos lacustres.

Los científicos concluyen estos datos con una probabilidad superior al 90%. Por ejemplo, Tingley indica que en el promedio de temperatura del Ártico, los veranos de 2005, 2007, 2010 y 2011 fueron más cálidos que todos los años anteriores al 2005, con una probabilidad de al menos el 95%.

A continuación analizaremos con cierto detalle los métodos complementarios del estudio realizado por los investigadores de Harvard.

Anillos de los árboles

Para estudiar los anillos de los árboles toca recurrir a la dendroecología, la ciencia que estudia las variaciones de estos anillos. A medida que va creciendo el árbol se van formando los anillos de crecimiento, cada uno de los cuales corresponde a un ciclo de crecimiento del grosor del árbol. Estos ciclos de crecimiento, están altamente determinados por las condiciones ambientales a las que se ve sometido el árbol.

Un ejemplo de esto, el clima permanece bastante estable en zonas ecuatoriales, no existiendo por tanto una oscilación térmica anual marcada, y disponen de agua todo el año. Por eso las estaciones son más o menos iguales durante todo el año, y al disponer constantemente de condiciones favorables, la mayoría de los árboles experimentan un crecimiento continuo y no forman anillos anuales.

Núcleos de hielo

El hielo de los glaciares se basa fundamentalmente en agua, pero también contiene impurezas tales como burbujas de aire, iones disueltos y partículas sólidas. Analizando estas impurezas, así como la composición molecular del hielo mismo, proporciona información sobre cambios ambientales pasados y presentes.

Las burbujas de “aire fósil” atrapadas en el hielo representan cómo era la atmósfera en el tiempo en el que ocurría una precipitación. Las capas anuales sucesivas producen un registro continuo de los cambios de temperatura en la región del glaciar. Así como también se puede ver la evolución a lo largo del tiempo de los gases de efecto invernadero en el planeta.

Sedimentos lacustres

La información que se puede extraer de los análisis de sedimentos fósiles de lagos, permite identificar cómo ha cambiado la vegetación a lo largo del tiempo, así como el clima en el cual dichos cambios ocurrieron.

Los datos de polen y de esporas fósiles, derivados de los núcleos de sedimentos, comparados con polen y esporas modernos, permiten que podamos evaluar similitudes modernas en la vegetación, así como las condiciones ambientales del pasado.

Conclusión

Si el incremento de las temperaturas debido al cambio climático, no se distribuye de modo uniforme, nos podemos encontrar con valores cada vez mayores, aumentando la probabilidad que haya cada vez mayor número de eventos extremos.

Evidentemente, hay que proseguir con las investigaciones, pero la realidad está apuntando a que de ahora en adelante muy posiblemente los récords térmicos en todo el planeta, se vayan batiendo constantemente, con el peligro que eso conlleva para el ser humano y el planeta.

 

Fuentes: Nature, Universidad de Barcelona, Cambio climático: una visión desde México y UNAM México

Imagen: Taringa

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