Ovejas y abejas parisinas, innovación natural – Medciencia

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El Palacio de Versalles, la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo, la Catedral de Notre Dame, el Museo del Louvre, entre otra gran cantidad de monumentos y lugares preciosos, hacen de París una ciudad inolvidable, y de visita imprescindible.

Cuando visité esta ciudad con mi mujer, me impactó que la también llamada ciudad del amor, contara con tal cantidad de hectáreas de espacio verde, que se distribuyen en parques y jardines de gran variedad de tamaños.

Ante tal cantidad de espacio verde, para mantenerlo impoluto y con el césped a una altura adecuada, nos podemos imaginar la cantidad de maquinaria de jardinería que tiene que emplearse, con lo que eso conlleva, en contaminación y en coste.

La gran idea, invertir en la naturaleza

Se ha propuesto una solución alternativa, totalmente sostenible, es el ecopastoreo. Consiste en que se ha trasladado a un grupo de 4 ovejas de Ouessant, a los terrenos de los Archivos de París, jardines de propiedad pública del noreste de la ciudad, con el fin de que pasten en dichos terrenos.

Es una experiencia piloto, que según indica Agnès Masson, directora de los Archivos de París, ha tenido que vencer muchos trámites administrativos (4 años han tardado) para lograr los permisos necesarios para que saliera adelante el proyecto.

¿Ovejas de qué?

Las ovejas de Ouessant, son originarias de la isla que tiene el mismo nombre, en la costa atlántica francesa. Estuvieron a punto de desaparecer en los años setenta, y han vuelto a resurgir gracias a algunos granjeros que las utilizan para segar en lugar de usar cortacéspedes eléctricos.

Son idóneas para este tipo de experiencias al ser bastante resistentes a las enfermedades, además de tener un pequeño tamaño, pero gran robustez.

Las ovejas pastarán hasta que el césped esté suficientemente corto y se haya completado esta parte del programa en la ciudad. Tras esto, regresarán a la granja, donde permanecerán hasta el verano, momento en el que regresarán de nuevo a los jardines del Archivo de París, para seguir con su misión hasta el otoño, fecha de finalización del programa.

Además de segar el terreno, las ovejas también van a fertilizar el espacio verde, de aproximadamente 2.000 metros cuadrados, en lugar de recurrir a herramientas que consumen energía eléctrica y a abonos fabricados por productos químicos.

¿Qué finalidad se persigue?

Esta prueba piloto es una forma de reintroducir el campo en la ciudad, recuperando los métodos tradicionales del pastoreo, abordando cuestiones como la biodiversidad.

Se espera que esta iniciativa atraiga a más visitantes (París es ciudad puntera en turismo) y que pueda servir de pasarela a otro tipo de alternativas sostenibles, sin descartar que pueda ser utilizada en otros espacios verdes de París, donde todo hay que decirlo, espacio verde potencial hay y mucho, para poder ser incorporado a proyectos de este tipo.

Esta experiencia, también tiene una vertiente pedagógica, ya que se quiere acercar el mundo animal a los alumnos de los colegios que visitan los Archivos de París.

Evidentemente, la seguridad, el control y la eficiencia, van a ser vigiladas durante el desarrollo de este proyecto tan peculiar.

¿Único proyecto ambiental innovador en París?

La verdad es que no, ya que en la capital francesa, los ovinos que citábamos antes, comparten “hotel” con otros animales bastante más pequeños, pero con una función ecológica fundamental, los insectos.

Para favorecer la labor vital de polinización de la flora de la ciudad, se ha recurrido a las abejas que desde el año 2010, están siendo las protagonistas de la apicultura urbana al contar con un mínimo ya de 400 panales de abejas.

Durante los últimos 10 años, París ha experimentado una reducción drástica en el uso de pesticidas, lo que explica en parte las ventajas para la cría de las abejas, aunque según los apicultores, el éxito radica en la variedad de la flora que existe en la ciudad, en comparación con la del campo.

Según Guillaume Charlot, de la asociación “La abeja de París” un panal metropolitano produce un promedio de unos 50 kilogramos de miel al año, aunque en una buena temporada, dicha cifra puede aumentar hasta los 80 kilos. En cambio, un apicultor en el campo, se contenta si logra llegar a los 30 kilos.

Conclusión

Como se ve en los ejemplos citados de la capital gala, invertir en proyectos ambientales innovadores es rentable, y además, con ellos se puede lograr una conciencia de respeto por el planeta del que somos administradores.

Con este cambio se podría lograr que las ciudades de todo el planeta, dejen de ser un hongo gris, vistas a la distancia (por el efecto smog, contaminación atmosférica típica de ciudades), y sean más limpias y respetuosas con el medio ambiente. Si se quiere, se puede.

 

Fuentes: EFE Verde y ADAPAS

Imagen: Eurail

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