Trucos para no atiborrarse en un bufé libre

A veces nos cuesta mucho ponernos límites y renunciar. Los bufés libres son un buen ejemplo de ello. ¿Cómo vamos a renunciar al dispendio de comida y variedades exóticas que se nos presenta ante los ojos y ante un cuerpo ansioso de comer de todo? No nos engañemos, una de las cosas que más nos gusta de los hoteles, por ejemplo, es preguntarnos qué nos van a poner para desayunar. Y aunque el día anterior hayamos tenido una cena copiosa (¡estamos de vacaciones!), ¿cómo vamos a menospreciar tal manjar?

Pero no. Los bufés libres son como todo: si no te limitas, enfermas (¡incluso el agua puede ser perjudicial si la tomamos en exceso!). ¿Cómo controlar tanta cantidad de estímulos para no empacharnos? Desde luego, no hay consejos milagrosos y la voluntad es la mejor recomendación, pero poner conciencia a ciertas actitudes y comportamientos ante un bufé podría ayudarnos a frenarnos antes de sorprendernos a nosotros mismos con un (nuevo) pastelito de nata. Una nueva investigación publicada en la revista American Journal of Preventive Medicine sugiere dos estrategias que pueden ayudar a los que siguen una dieta (o sencillamente quieren cuidar su alimentación) a sobrevivir a un bufé: hacerse con un plato más pequeño y dar vueltas por el bufé antes de elegir qué comer.

Porciones limitadas y multitud de opciones

Según los nutricionistas, dos motivos son los que inciden principalmente en un posible aumento de la ingesta de calorías en los bufés libres: las porciones ilimitadas y la multitud de opciones. La investigación ha mostrado que, al estar delante de una variedad de comida, las personas tienden a comer más. Es la tentación de querer probar una variedad de alimentos lo que hace que resulte particularmente difícil no comer demasiado en un recinto como estos.

¿Cómo algunas personas consiguen controlarse ante tal abundancia de comida? Los investigadores trabajaron con un equipo de 30 observadores cualificados que recogieron información sobre los hábitos de alimentación de más de 300 personas que acudieron a 22 restaurantes chinos con bufé libre en seis estados. En una esquina desde donde podían observar de forma discreta, los observadores comprobaron 103 cosas distintas en la conducta de las personas en el bufé. Recopilaron información acerca de con quién estaban los comensales y dónde se sentaron: cerca o lejos del bufé, en una mesa o en un reservado, de cara o de espaldas al bufé. Los observadores también tomaron nota del tipo de cubiertos que utilizaron (tenedores o palillos chinos), si pusieron la servilleta en su regazo e incluso cuántas veces masticaron un solo bocado de comida. También se les entrenó para que estimaran el índice de masa corporal de una persona a simple vista.

Los resultados del estudio revelaron que había diferencias clave en el modo en que las personas con menos y más peso se comportaban en un bufé libre:

1. Las personas con un peso dentro de la normalidad tienen más probabilidades de ver primero toda la comida, es decir, de observar las distintas alternativas antes de decidirse por algo.

2. Las personas con un mayor peso tienden a agarrar el plato, mirar cada cosa y preguntarse: “¿Quiero esto? Sí o no”. En resumen, se preguntan si quieren cada uno de los alimentos, uno por uno.

3. Las personas delgadas presentan unas siete veces más probabilidades de escoger platos más pequeños, si hay disponibles, que las personas con más peso. Esta conducta también pareció ayudar a las personas a comer menos. Esto, según otro estudio publicado por la revista Obesity (que había llegado ya a conclusiones parecidas: existe una correlación entre una serie de hábitos y un IMC muy elevado), está relacionado con tener la comida en el campo de visión, lo que hace que repitamos más y, por lo tanto, comamos más, que aquellos sentados mirando en otra dirección.

4. Hubo un mayor porcentaje de personas en su peso normal sentadas más lejos del bufé que las personas con un mayor peso.

Se han observado, en este y el otro estudio, otras conductas relacionadas con un aumento del IMC, como el hecho de llenar los platos hasta arriba en lugar de primero probarlos y decidir si gusta o no.

Saciedad sensorial específica

Se ha constatado que cuando nos encontramos siempre delante de un mismo alimento, los deseos de consumirlo se reducen porque nos habituamos al estímulo sensorial que éste produce. No obstante, cuando nos enfrentamos a una amplia diversidad de alimentos, los estímulos que recibimos son diferentes. En resumen, que si un pastelito podría saciarnos perfectamente por lo dulce, consumir después algo agridulce, que es diferente, podría apetecernos también, porque organismo lo recibe como un estímulo sensorial nuevo, lo que motiva su consumo.

Esto algunas veces se ha denominado saciedad sensorial específica, es decir, que cada alimento saciarnos específicamente porque calma un estímulo sensorial, pero cuando hay diversidad, somos capaces de consumir una gran cantidad de alimentos varios y diferentes entre sí, sin saciarnos. Esta podría ser una de las claves del éxito de los bufés libres.

Fuente | MedlinePlus

Imagen 1 | ABC

Imagen 2 | solomemolestaami.blogspot.com

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