El curioso caso de la gente que creía que sus manos eran de piedra

manos

Nuestro cerebro no es perfecto. De hecho, es bastante torpe, pues introducirle recuerdos es algo más fácil de lo que podríamos imaginar, y manipularlo también. No importa si te vanaglorias de tener un gran pensamiento crítico, pues en el fondo todos somos bastante crédulos. Con tan solo unos pocos minutos y apoyos determinados, es posible convencer a alguien de que sus extremidades son de goma, invisibles, o que su cuerpo es diminuto, del tamaño de un muñeco. Son ilusiones que dependen de la vista y el tacto, pero también puede participar el sonido, llegando a hacernos creer que tenemos unas manos de piedra. ¿Increíble? No tanto.

La ilusión de la mano de goma y sus múltiples variaciones

Respecto a la mano de goma, es bastante fácil hacernos creer que poseemos una igual. En este caso el experimento data de 1998, publicado en la revista Nature, a cargo de los psicólogos Mateo Botvinick y Jonathan Cohen. Con los ojos semitapados, se ordenó a los participantes colocar los brazos sobre la mesa, pero uno de ellos quedó oculto bajo una falsa mesa, con una mano de coma encima, aunque esto no lo sabían los participantes (ellos solo sabían que sus manos estaban sobre la mesa. Tras esto, ambas manos, la de goma y la real, eran estimuladas a la vez por el experimentador con un pincel desde la muñeca hasta el dedo índice, haciendo creer a los voluntarios que la mano de goma era la suya, en una demostración de lo fácil que es engañar a nuestro cerebro.

De este experimento ha habido muchas variaciones, haciendo creer a los sujetos que sus cuerpos eran de materiales o formas tremendamente extrañas, como las investigaciones que han descubierto que los individuos amputados llegan a sentir sensibilidad en sus nuevos miembros protésicos. La duda ahora es si, en lugar de hacer que sintamos partes externas e inanimadas como propias (como las prótesis), ¿podríamos llegar a creer que nuestro propio cuerpo esta hecho de un material no-humano?

Los individuos que creían poseer manos hechas de piedra

Una de las variaciones más recientes de este estudio tan curioso se ha dado en Italia, donde los investigadores han decidido usar un material un poco diferente: el mármol. Para ello seleccionaron a 23 individuos que pusieron su brazo sobre la falsa doble mesa, como en el experimento de la mano de goma, pero si podían ver un pequeño martillo que manejaba el experimentador. Se colocó una pieza metálica en la parte posterior de la mano de cada sujeto conectada al martillo y a un ordenador. Cada vez que el martillo tocaba esta pieza de aluminio se producía un sonido de percusión del martillo sobre mármol.

El engaño sonoro se produjo durante cinco minutos, en los cuales un grupo control oía el efecto de sonido, un martillo golpezando sus “manos de mármol“, pero sin sincronización con los golpes reales. Por su parte, otro grupo también oyó este sonido, pero esta vez sincronizado con los golpes del martillo.

Además, antes y después del experimento, los individuos completaron un cuestionario para calificar las características físicas de sus manos. Tras la realización del experimento, curiosamente, los mismos sujetos reportaron que sentían sus manos menos naturales, más rígidas, pesadas y menos sensibles. Además muchos sujetos, sin ser preguntados, les dijeron a los investigadores que sentían sus manos rígidas o adormecidas. Por supuesto todo esto solo sucedía en el grupo que si tenía los golpes del martillo sincronizados, pues en el grupo control (con los golpes no sincronizados con el martillo) no hubo ninguna variación en su encuesta.

Como veis, de la misma forma que sucedía con el experimento de la mano de goma, este estudio también podrá ser de utilidad en la adaptación de las prótesis en individuos amputados, sobre todo para entender como conseguimos adoptar fácilmente esta extremidad hecha de plástico y metal (y no de huesos o piel). Además, con esto se ha demostrado que no solo la vista y el tacto pueden engañarnos, sino que el sonido también. Eso si, la cuestión de por qué es tan fácil engañar a nuestro cerebro, aún es todo un misterio.

Vía | PLoS ONE.

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