Paleodieta: Una visión menos radicalizada – Medciencia

Hace apenas unos días leía en Consumer un duro artículo en contra de la paleodieta. La verdad es que desde el primer momento que empecé con su lectura pensaba encontrar en sus líneas una postura crítica hacia esta propuesta alimentaria. Sin embargo, tras terminar de leerlo detenidamente y reflexionar unos instantes, me doy cuenta de que no era exactamente el artículo que pensaba encontrar. Y no sólo porque su contenido me haya parecido demasiado extremista, atacando continuamente a esta forma de alimentarse y omitiendo cualquier aspecto positivo, sino porque se pone énfasis en criticar, a mi parecer, la parte menos criticable de esta forma de alimentarse. Dicho esto debo apresurarme a dejar claro que no es mi intención, ni mucho menos, defender la paleodieta porque pienso que su propuesta, así como la forma de ver la realidad de muchos de sus acérrimos seguidores, es también demasiado fanática o extremista.

Vaya, que aprecio que tanto el artículo escrito en Consumer como la propia paleodieta se extremizan demasiado, cada uno a una punta opuesta. Es por ello que, escribiendo estas líneas, quiero tratar de exponer mi punto de vista. Una visión, creo, no tan encasillada en un ningún extremo, siendo crítico con la alimentación paleolítica, pero también resaltando algunos aspectos interesantes y a tener en cuenta de su propuesta. Y lo hago porque creo poseer cierta capacidad crítica y la suficiente formación como para ver la alimentación desde muchos puntos de vista, siendo este aspecto el que posiblemente diferencie a un dietista-nutricionista de cualquier otro “entendido en nutrición”: la capacidad de ver la alimentación desde muchos diversos puntos de vista (nutricional, social, económico, psicológico…)

En primer lugar, creo que no hacemos bien criticando la base de la paleodieta (o al menos no criticando su base exclusivamente). Porque, sinceramente, pienso que es más que probable que si una persona  mantiene un estilo de vida similar, en la medida de lo posible, al de un cazador-recolector conserve una significativa mejor salud que la de una persona sedentaria que se alimenta a base de comida basura. Es decir, que si una persona sigue una alimentación como la que propone la paleodieta y además practica ejercicio físico de forma regular, tiene muchas papeletas para tener una mejor salud que la mayoría de la población. No sé si a conseguir la mejor salud a la que se puede aspirar, ya que eso depende de múltiples factores y no podemos llegar a saberlo exactamente, pero sí a una buena salud.

Es por ello que pienso que su base no es el problema, pero sí su forma. Y es aquí donde sí debemos ser más críticos. Este tipo de alimentación no contempla una solución real para todo el mundo si tenemos en cuenta los recursos alimentarios para todo el planeta.  Sería inviable que los cerca de 7 billones de personas (7.000.000.000) que habitamos el planeta actualmente se alimentaran casi exclusivamente a base de carnes de caza, carnes de animales alimentados en pastos, pescados salvajes, verduras, hortalizas y frutas. Además, actualmente la alimentación ya no es simplemente un acto de supervivencia, es también un acto social y cultural, donde la ingesta de alimentos como cereales, legumbres o lácteos está algo más que arraigada.

Una persona que pueda permitirse una alimentación de este tipo (considerablemente más cara) y que además esté lo suficientemente concienciada como para no tomar lácteos, cereales o legumbres (tan comunes en platos tradicionales como la paella, un cocido de legumbres o el típico bocadillo), puede perfectamente seguir la paleodieta. En cambio, que toda una población se alimente así se antoja inviable.

Sin embargo sí podemos obtener ciertas ventajas o aspectos positivos de este tipo de alimentación aún sin respetar sus principales premisas (la de no comer cereales, legumbres ni lácteos).

Aspectos positivos que podemos rescatar de la paleodieta:

  • Menor carga glucémica y mayor consumo de fibra: Optar por alimentos con un menor índice y carga glucémica va a mantener mucho más estable nuestra glucemia y no promueve una exagerada liberación de insulina además de favorecer la saciedad al evitar caídas bruscas de glucosa que nos pueden causar hambre temprana. Esto lo podremos conseguir comiendo abundantes verduras  y frutas pero también legumbres o cereales de grano entero (evitando alimentos como harinas refinadas, dulces, azúcares y bollería)
  • Mayor consumo de verduras y frutas (mayor densidad nutricional): Ni que decir tiene la importancia de estos alimentos. Por ello es recomendable consumir, al menos, verduras y hortalizas en comida y cena así como 3 piezas de fruta a lo largo del día.
  • Mayor consumo de omega 3 y mejora del ratio omega6/ omega3: Aunque la evidencia no es unánime respecto al consumo de omega-6, sí que parece serlo con los beneficios de aumentar la ingesta de omega-3. Por ello no puede recomendarse tajantemente disminuir  los omega-6 (más relacionados con procesos inflamatorios) pero sí aumentar el consumo de omega-3 (más relacionados con procesos antiinflamatorios). Personalmente, para no excedernos con los omega-6 me gusta recomendar utilizar únicamente como grasa de adición aceite de oliva y evitar otros aceites como de girasol, de maíz o de soja (ricos en omega-6) y para asegurar un correcto aporte de omega-3 consumir pescado entre 3 y 4 veces a la semana (al menos 2 de ellos azules). Probablemente las recomendaciones de tomar 3-4 veces a la semana pescado tampoco sean viables para que las cumpla toda la población del planeta sin cargarnos el ecosistema marino,  pero al menos sí son más sensatas que las planteadas por la paleodieta que propone un consumo diario y de pescados salvajes (los de piscifactorías parecen no servir).
  • Mayor consumo de proteínas procedentes de alimentos frescos: Quizá este sea el punto que más controversia cause. Aunque muchas veces se insista en lo contrario, sabemos que es poco probable que las proteínas provoquen algún problema renal a personas sanas y que en absoluto parecen favorecer una menor densidad ósea (algunas investigaciones apuntan todo lo contrario). No obstante, lo que sí señala el consenso FESNAD-SEEDO es que “las dietas hiperproteicas pueden incrementar a muy largo plazo el riesgo de mortalidad total y cardiovascular, sobre todo cuando la proteína es de origen animal.” Pero aquí es difícil hacer distinción en las procedencias de las proteínas. Ya que, obviamente, no es lo mismo alimentarse con proteínas de hamburguesas, salchichas, embutidos, cortes grasos…  que de cortes magros y pescados frescos. Es por ello que es más importante enfatizar alimentos frescos y de temporada que preparados proteicos en forma de hamburguesas o salchichas. Además, al consumir todos los grupos de alimentos el aporte total de las proteínas es mucho menor que en el propuesto por la paleodieta, por lo que no podemos hablar de seguir una dieta hiperproteica.

No obstante, también hay aspectos cuestionables en la paleodieta que me gustaría compartir (además de los ya comentados):

Quizás el que más me molesta es ver como todos sus acérrimos seguidores hacen creer que este tipo de alimentación es “la nueva verdad”, cuando en nutrición humana no existe una verdad absoluta ni hay un único tipo de alimentación ideal para todos. Cada individuo posee unas características genéticas propias, vive en un lugar determinado con unas costumbres, un clima y una forma de alimentarse propias. De hecho, en el paleolítico ha habido diferentes alimentaciones dependiendo de la zona, el clima y las diferentes fuentes de alimentación a la que podían tener acceso (desde animales de caza, insectos o pescados hasta raíces, cocos, y quizás también semillas).

La eliminación de grupos alimentarios y el empeño en demonizarlos, señalándolos como el mal absoluto también es otro de sus puntos flacos. Generalmente tratan de reforzar su teoría citando los antinutrientes presentes en cereales y legumbres (obviando que alimentos como las espinacas o los mismos huevos también contienen sustancias que imposibilitan la absorción de determinadas vitaminas y minerales) e incluso señalando al gluten de los cereales como uno de los principales causante de la actual epidemia de obesidad (desde su perspectiva el gluten es perjudicial para todo la población, se sea celiaco o no). Aunque quizás donde más me parece que cojea su propuesta es en el tema de los lácteos, pues el libro de la paleodieta apenas presenta bibliografía que evidencie alguna razón para evitarlos si se toleran y no causan ningún tipo de problema (bibliografía que sea sería y concluyente, no hipótesis u opiniones de autores del tipo “Leche: la promotora de las enfermedades crónicas de la sociedad occidental”, como sí incluyen)

Concluyendo…

Quizás, como en muchas otras partes de la vida, las cosas no tienen por qué ser totalmente negras o totalmente blancas y una visión más global puede hacernos ver las cosas de diferente forma. Lo que queda claro que para mejorar nuestra alimentación  no es necesario eliminar ningún grupo de alimentos y prestando un mínimo de atención a lo que comemos, suelen verse muy buenos resultados.

Imagen| Elojodedarwin

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