gestures

En mayor o menor medida, todos nos explicamos con las manos cuando hablamos, no vaya a ser que nuestro interlocutor no nos entienda. Lo hacemos personas de todas las edades y culturas, y algunos de forma más notable que otros. ¿Por qué? Podríamos tener la respuesta gracias a unos peces, según una nueva investigación llevada a cabo por investigadores de la Universidad de Cornell (Estados Unidos). Los expertos publicarán los resultados en la reunión de la Sociedad para la Biología Experimental este mes de julio.

En concreto, los científicos han detectado en peces que la evolución del control de la voz y de los movimientos de la mano se remonta al mismo lugar del cerebro, lo que podría explicar por qué usamos las manos cuando estamos hablando.

Los investigadores han rastreado los orígenes evolutivos del comportamiento de acoplamiento entre el habla y el movimiento de las manos en estos animales acuáticos. Parece ser que los peces utilizan los apéndices (aletas pectorales y extremidades anteriores) principalmente para la locomoción. Sin embargo, los apéndices pectorales también funcionan en la comunicación social con el fin de hacer sonidos no vocales, y para la señalización gestual.

Los estudios sobre el desarrollo temprano de los peces muestran que las redes neuronales del cerebro que controlan los mecanismos vocales y pectorales de señalización social más complejos entre las aves y los mamíferos tienen sus orígenes ancestrales en un solo compartimiento de la parte posterior del cerebro de los peces. Por lo tanto, como conclusión, se han descrito las primeras bases neuronales que constatan la cercana unión entre el habla y los gestos que se observa entre muchos grupos de vertebrados, incluidos los humanos.

 ¿El gesto está ligado a la palabra?

Más allá de este descubrimiento, hay una incógnita también muy interesante. Los gestos que empleamos cuando hablamos, ¿están ligados a la palabra o más bien están procesados por el cerebro como cualquier otra acción manual?

Del mismo modo que el trabajo norteamericano, otro estudio holandés realizado en el 2012 corroboró la estrecha relación entre los gestos y la palabra. La especificad de su investigación fue constatar que las acciones que realizamos sobre los objetos, como por ejemplo remover la cuchara en una taza de café, tienen menos impacto en la comprensión del cerebro que simplemente hacer el movimiento de remover la cuchara (sin taza de café alguna para remover). Es algo que sorprendió en ese momento, porque se comprobó que los gestos están más ligados al lenguaje que a los objetos.

Entre los hallazgos clave se descubrió que los gestos requieren más atención a la acústica del lenguaje que las acciones. Cuando vemos un gesto, nuestro sistema auditivo espera también escuchar alguna cosa hablado. Los investigadores no observaron esta misma “necesidad” cuando realizamos acciones manuales sobre un objeto.

Pensemos en las acciones que durante un día cualquiera realizamos en ausencia de habla. Probablemente todas se habrán realizado sobre un objeto: teclear, buscar alguna cosa en el móvil, coger un bote de leche en el supermercado, limpiarnos los dientes (¡más vale que no hablemos!), leer un libro o limpiarnos las manos.

Educación y trastornos del lenguaje

Una mejor comprensión sobre la función que los gestos con las manos juegan en cómo las personas entienden el lenguaje podría conducir a nuevas técnicas de enseñanza (tanto de escucha como visuales) para ayudar a personas con trastornos del lenguaje o incluso para el aprendizaje de un segundo idioma.

O incluso en la educación, como indicaron recientemente investigadores de la Universidad Susan Cook de Iowa (Estados Unidos). Según estos científicos, el rendimiento de los estudiantes podría mejorar cuando sus profesores gesticulan con la mano. El estudio, publicado en la revista Child Development, una de las revistas de psicología educativa mejor consideradas, constata que esta simple herramienta educativa a utilizar en las aulas, los gestos, poseen un efecto único y muy beneficioso en el aprendizaje. Además, indican, los efectos se alargarían en el tiempo.

En el experimento, se mostró a la mitad de los estudiantes en estudio vídeos de un profesor enseñando problemas de matemáticas sólo mediante el habla. A los demás se les mostraron vídeos con el mismo profesor, los mismos problemas, la misma explicación pero añadiendo gestos con las manos. Los estudiantes que visualizaron el vídeo del profesor haciendo gestos obtuvieron mejores resultados en una prueba realizada justo después de la visualización. En otra prueba realizada 24 horas después, estos mismos estudiantes mostraron también una mejoría en el rendimiento.

Fuente | Sciencedaily

Imagen | Marc Wathieu

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