Estilos de comunicación familiar ¿cuál es el tuyo?

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En estos días de fiesta son muchos ratos los que compartimos con la familia, y quizás es buen momento para al menos observar nuestro modo de relacionarnos con los nuestros.

A veces es con los más cercanos con quienes tenemos más problemas para entendernos, por eso empezar por conocer cuál qué estilo predomina en nuestras interacciones con los demás, es el primer paso para mejorar nuestra comunicación.

Según el grado en que equilibramos las emociones y nuestra capacidad directiva, encontramos:

La medusa: en la comunicación hay un exceso de emoción, lo que no nos permite actuar en la situación. Un exceso de emoción puede bloquearnos en un momento dado o bien reaccionar de manera  explosiva, por lo que al otro difícilmente le llega nuestro mensaje y por tanto, nos desviamos del objetivo que perseguíamos en esa situación.

La avestruz: demasiada poca emoción. Se aplicaría el dicho que ojos que no ven, corazón que no siente, y por tanto tampoco permite que nos hagamos cargo de la situación o problema concreto.

El perro San Bernardo: combina la calidez y al mismo tiempo la calma. Este estilo de comunicación permite actuar en la situación y dirigirnos al otro de forma cálida.

Rinoceronte: demasiado control y dirección sobre el otro. No vemos las necesidades o fortalezas del otro, simplemente dirigimos y controlamos la situación, sin saber si el otro puedo o no adaptarse.

Canguro: demasiada simpatía y micro-control. No dejamos que el otro actúe de forma autónoma porque infravaloramos sus capacidades actuando de manera sobreprotectora.

Delfín: esta comunicación consigue una dirección sutil. Escucha tanto los signos verbales como no verbales; capacidad de empatía (que no simpatía), poniéndose en el lugar del otro; y ofrece apoyo, pero sin actuar por el otro.

Todos nos vemos reflejados en parte, en estas metáforas, sin embargo es posible que uno de estos animales sea el predominante en nuestras relaciones y produzca que no siempre no acabemos entendiendo. Así que saquemos a nuestro perro San Bernardo y a nuestro delfín que llevamos dentro, y ¡Feliz Navidad!

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